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lunes, 19 de julio de 2010

OSCAR ALEMAN - VIDA CON SWING



¿Que hubiera pasado si en el frenesí de una noche en el Casino de París, Josephine Baker en vez de hacer valer su contrato con Oscar Alemán, le hubiese permitido a éste aceptar la oferta tres veces mayor en salario que Duke Ellington le hacía para unirse a su orquesta?
Oscar Alemán fue uno de los más dotados guitarristas del jazz en la época de definición del swing y con certeza el mejor guitarrista argentino de todos los tiempos. Nadie puedo haber imaginado a principios del siglo XX que en medio del Infierno Verde de la selva chaqueña poblada de mosquitos, caimanes y jaguares, nacería un guitarrista extraordinario, bailarín, cantante y pionero del hot jazz con guitarra en París durante la década de 1930.
Cuarto de los seis hijos de Marcela Pereira, una pianista de origen indio toba y Jorge Aleman Moreira, guitarrista folklórico uruguayo de descendencia española, Oscar Marcelo Alemán, nació en Resistencia, capital de la provincia argentina de Chaco, el 20 de febrero de 1909. Su padre, que había formado el Sexteto Moreira con sus hijos Carlos, Jorgelina, Juana y el pequeño Oscar, que zapateaba malambo y hacia acrobacias, buscando mejores condiciones de vida, en 1915 decidió intentar la aventura de Buenos Aires, ciudad a la que se trasladó con su esposa e hijos. Si bien la capital porteña los acogió rápidamente con un modesto contrato para presentarse tanto en el escenario del viejo Luna Park de la Avenida Corrientes y Carlos Pellegrini, como en el del Teatro Nuevo -hoy Teatro Municipal San Martín-, y el célebre Parque Japonés de Retiro, su suerte duró poco. Terminado el trabajo, ninguna otra oportunidad llamó a su puerta, por lo que Alemán padre arrastró a sus hijos mayores para tentar fortuna en Brasil, dejando a su esposa en Buenos Aires con sus dos hijos menores Herminia y Enrique.
Establecidos en la ciudad portuaria de Santos, en 1920, un drama como arrancado de una telenovela cursi se desató sobre la familia. Su trabajo como vendedor de algodón fracasó, las actuaciones artísticas del Sexteto apenas alcanzaron para subsistir, la madre de Oscar falleció en Buenos Aires, sus dos hijos menores fueron a parar a un orfelinato, y el padre, desmoronado emocionalmente por la pérdida, se suicidó al año siguiente arrojándose desde un puente a las vías de un tranvía en movimiento.
Huérfanos en las calles del puerto brasileño, los hermanos mayores tomaron rumbos diferentes, dejando a Oscar, con escasos once años, abandonado en tierras entrañas. Para subsistir, lustró zapatos, vendió periódicos, deambuló por las calles bailando a cambio de unas monedas o por un plato de comida, durmiendo bajo los bancos de las plazas, cuando no dejándose golpear boxeando por la paga. No obstante las penurias sufridas, incluso hambre, cuya consecuencia fue el raquitismo que afectó su salud de por vida, juntó algún dinero, el suficiente como para comprar un cavaquinho, la pequeña guitarra de cuatro cuerdas característica del Brasil que cambió su vida. En forma autodidacta, y más que de oído de vista, aprendió a tocarlo observado como los músicos de los cafés del puerto ponían los dedos y movían las manos sobre el instrumento, a tal extremo que él mismo declaró haberlo aprendido a tocar "de ojito".
Los Lobos
En 1924, cuanto tenía 15 años, al formar el dúo Los Lobos con el guitarrista brasileño Gastón Bueno Lobo, que le enseñó los trucos del instrumento, abandona el boxeo para cuidar sus manos. Al año siguiente, ambos se trasladan a Río de Janeiro, donde son contratados por el actor cómico argentino Pablo Palitos, que luego de presentarse con su compañía teatral en varias ciudades brasileñas los lleva a Buenos Aires para su debut en el Teatro Casino. Terminada la temporada, Los Lobos actuaron en el Chantecler, el Tabarís y otros escenarios. En ellos, Oscar alternaba el cavaquinho y la guitarra con instrumentos de percusión -pandeiro, los bongós y batería. Mostrando un multi talento fuera de lo común, además cantaba en varios idiomas, mientras bailaba movidos ritmos tropicales.
Atraídos, inevitablemente, por el ambiente tanguero de la capital argentina, contrataron a uno de los grandes violinistas que produjo el tango, Elvino Vardaro, transformándose el dúo en el Trío Víctor. Ya sea con el trío, solista o como Los Lobos, Oscar grabo algunos surcos para la RCA Victor con música brasileña, fox-trots, valses y tangos.
En busca de un repertorio distinto, también incursionó en la composición, dejando en el pentagrama los tangos Chinita, Vividor y Guitarra que llora. Este último, con letra de Enrique Cadícamo, fue estrenado por Agustín Magaldi acompañado por el propio Oscar. Años después fue grabado por Ángel Vargas con la orquesta de Ángel D'Agostino.
Sus presentaciones en radio y teatro hicieron coincidir a Oscar con Carlos Gardel. Vinculado a Enrique Santos Discépolo, también apareció fugazmente en una de sus revistas musicales.
Harry Fleming's Revue
Su gran oportunidad se les presenta al ser descubiertos por el extravagante zapateador, aventurero, gigoló a ratos libres y empresario norteamericano, aunque nacido en las Islas Vírgenes, Harry Fleming. Recorriendo el mundo, Fleming se presentaba en Buenos Aires con "Hello jazz", una revista musical al estilo de las revistas negras de París, con comediantes, bailarines, cantantes y una orquesta de 16 músicos de color. Contratados, Los Lobos se unen al espectáculo y parten de Buenos Aires en febrero de 1929 para una gira por Europa. Presentados como un dúo hawaiano de guitarristas, luego de actuar durante dos años en las principales ciudades de España, siguieron por Grecia, Italia, Alemania, Holanda y Portugal.
Fleming y sus músicos introdujeron a Oscar en el mundo del jazz. Según él mismo recordó, "ellos me enseñaron el significado de la improvisación, de tocar de acuerdo con el sentimiento que uno tiene en ese momento".
Concluido el contrato con Fleming, Oscar y Bueno Lobo retornaron a España, donde en 1931 se unen al grupo del trompetista belga Robert de Kers. Mientras actuaban en el cabaret Alcázar de Madrid, Oscar, recomendado por unos amigos ante Josephine Baker, recibe una carta de ella desde París. "La Venus Noire", como la habían apodado los franceses, en ese entonces auténtica reina del espectáculo parisino, quería contratarlo para su revista musical, pero solo, sin Lobo. Por lealtad -Oscar consideraba a Lobo su padre adoptivo y maestro-, rechazó la oferta. Tiempo después, aún en Madrid, Lobo descubre que tiene una enfermedad incurable y regresa a su Brasil natal donde se suicida. "Se me han muerto dos padres", comentó Alemán, afectado por la muerte inesperada de su mentor.
Josephine Baker y Duke Ellington
Ya solo, Oscar prosigue su carrera alternando Madrid con París, ciudad en la que en 1932 no sólo coincide nuevamente, en algunas actuaciones, con Carlos Gardel, sino que reverdece su oportunidad de unirse a Josephine Baker. Al encontrarse con ella, que de inmediato quedó prendada del desbordante swing de ese músico inquieto de piel oscura y finos bigotes, cabello crespo asentado con gomina, y ágiles movimientos de cadencia caribeña. Oscar ya no pudo rehusarse. Contratado como solista de tango y jazz de la Baker Boys, pasa a ser el único músico de color que integra su orquesta de 22 músicos que la acompañan en su revista musical. Considerado el mejor músico del grupo, a pesar de no leer música -el trompetista Bill Coleman siempre bromeaba de que Oscar no podía descifrar una nota del tamaño de un piano- se convirtió en su director al debutar Josephine en el Casino de Paris con la revista "Paris qui remue".
Presentándose como hawaiano, neoyorquino o brasileño, según el estilo de la revista en la que trabajaba, al frente de la Baker Oscar recorrió prácticamente los mejores escenarios de Europa, dejando incluso grabados varios surcos con la vedette de ébano.
En 1933, durante la gira europea de Duke Ellington, éste se cruza con Oscar. Impresionado por el swing yla facilidad de improvisación desplegada por el chaqueño, le ofrece un puesto de guitarrista en su orquesta, oferta que Josephine frustró al responderle categóricamente: "¿Dónde voy a encontrar otro músico de color como Oscar, que cante en español, francés, portugués, italiano, que baile y toque guitarra, cavaquinho, pandeiro, contrabajo y batería, y más que nada, que sea un gran compañero?. ¿Y tú me lo quieres quitar?". Irónicamente y como souvenir del encuentro, Oscar recibe una foto de la orquesta de Ellington autografiada por todos sus músicos.
Django Reinhardt
En Niza, durante en el invierno de 1933-34, donde Josephine con sus Baker Boys compartía el escenario con el cantante Jean Sablon, Oscar conoció a Django Reinhardt (1910-1953). Guitarrista principal en ese momento del grupo que acompañaba a Sablon, Django venía destacándose en el panorama jazzístico francés por su nervioso y original estilo. Nacido en Bélgica en un campamento de gitanos, su familia se radicó en París al terminar la Primera Guerra Mundial. A la edad de 18 años, un incendio en el carromato en que vivían, mutiló dos dedos de su mano izquierda. Por consejo médico, tuvo que ejercitarlos para no perderlos. Así encontró una manera distinta de moverlos en el traste de su guitarra, que originó su particular ritmo. Nervio motor, junto al violinista Stephane Grappelli, del Hot Club de Francia, santuario del jazz europeo de la época, Django impuso un estilo guitarrístico de tocar hot jazz con un aire gitano. Excéntrico en extremo, fue en dicho club donde ambos guitarristas sellaron su amistad. Para muchos, Oscar fue el amigo más cercano que tuvo el gran gitano y uno de los pocos que tenían acceso al carromato donde residía con su esposa Naguine. De estilos casi similares dentro de su originalidad, demostraron haber compartido secretos e innovaciones técnicas. Siendo ambos creadores inigualables -se admiran e influencian mutuamente-, llegaron a dominar la escena jazzística parisina de la década de 1930. Y si bien nunca grabaron o tocaron juntos en forma "oficial", muchos cuentan que eran frecuentes sus escapadas a locales de escasa categoría para trenzarse en prolongadas jam-sessions, a las que sabía unirse Henry Salvador, otro fenómeno del instrumento. Se dice que cuando hacían dúo Oscar, con más sentido del humor que Django, se disfrazaba de indio presentándose como "El Indio y el Gitano".
La amistad entre ambos guitarristas quedó demostrada cuando una noche, luego de terminar el espectáculo con Josephine, Oscar y sus compañeros fueron a cenar a La Cloche d'Or en Place Pigalle. Mientras lo hacían, uno de los músicos de Django se presentó de apuro diciendo que éste había roto las cuerdas de su guitarra mientras actuaba y necesitaba reemplazarlas de emergencia para seguir tocando. Oscar, suelto de mano, le facilitó las de él. Noches más tarde, al volver Oscar a cenar en el mismo restaurante y pedirle la cuenta al mozo, fue informado de que ya estaba paga. Django lo había echo como retribución al favor recibido.
Cuenta la leyenda de Montmartre que durante una actuación de Oscar al frente de su propio conjunto de nueve músicos en "La Boîte à Matelots", se presentó Louis Armstrong con su mágica trompeta y se unió al grupo para improvisar sobre el melódico tema Bordeaux orchids, que Oscar le había compuesto para Josephine Baker. "Y yo que creía que los argentinos solo componían tangos...", exclamó Armstrong al irse.
Oscar solista
En un París creyente en ese momento de que únicamente los músicos de color hacían buen jazz, Oscar, tanto por el tono oscuro de su piel como por su habilidad instrumental estuvo en gran demanda por las orquestas de jazz que actuaban en la Ciudad Luz. Así fue como de 1933 a 1938 pudo grabar, incluso estando al frente de los Baker Boys, con la orquesta de Eddie Brunner, con el trompetista Bill Coleman, el clarinetista Danny Polo, y formando parte del grupo negro Freddy Taylor's Swing Men de Harlem. No obstante estos antecedentes, recién en diciembre de 1938, ya separado de Josephine Baker y estando en Copenhagen, registró sus primeros discos como líder de su propio quinteto. Contando con el notable violinista danés Svend Asmussen y el percusionista brasileño Bibi Miranda, sus versiones de Sweet Sue y Limehouse Blues -hoy en día de colección- y los asombrosos solos registrados en Nobody's Sweetheart y Whispering, temas que determinaron su carrera como solista, fueron considerados por el renombrado crítico de jazz y productor francés Charles Delaunay como "obras maestras del jazz de pre-guerra".
El notable critico de jazz norteamericano Leonard Feather, que visitó París en febrero de 1939, a su regreso a los EE.UU., escribió en la revista "Melody Maker": "Oscar Alemán es un gran guitarrista hot, probablemente el mejor de Francia... Su tono, fraseo, swing y ataque son tan grandes que no quiero que nadie me nombre más a Django Reinhardt... Alemán posee más swing que todos los otros guitarristas del continente".
Incluso, de las actuaciones de Oscar al frente de su orquesta en el Chantilly Club de París, hechas antes de fundar el "Tango Soccer Club" y después de su encuentro con Satchmo, el mismo Delaunay escribió en 1972 en la revista "Jazz Hot", "Recuerdo a Alemán cuando tocaba en el Chantilly, de la calle Fontaine, sentado sobre un taburete y doblado ligeramente sobre su guitarra... Tenía una gran personalidad, y su sola presencia en el grupo se sentía inmediatamente a través de la vitalidad y swing que le imprimía a su sección rítmica".
En mayo de 1939, Oscar se une al acordeonista francés Gus Viseur y a los músicos norteamericanos John Mitchell (guitarra) y Wilson Myers (contrabajo y canto) y graba cuatro placas más, las últimas que realizaría en París, ciudad a la que nunca regresaría.
Vuelta a su patria
Ese mismo año, su ruptura profesional con Josephine Baker, un breve e incompatible matrimonio con la cantante francesa Marie-Louise Sourverville, llamada afectuosamente Malou, y la invasión nazi a Francia en 1940, pusieron fin a la etapa europea de Oscar, quien en 1941 prefirió regresar a su Argentina natal y no viajar a los EE.UU. para proseguir su brillante carrera. Al pasar por España antes de embarcarse para Buenos Aires, le esperaba una desagradable sorpresa. En la ciudad fronteriza franco-española de Irun las fuerzas alemanas de ocupación le confiscaron sus dos guitarras National de cuerpo de acero niquelado para ser fundidas y convertidas en armas de guerra.
Ya en su patria, capitalizando su experiencia europea, armó un quinteto que al debutar en mayo de 1940 se hizo obligatorio en los clásicos bailes de "Tango y Jazz", sobre todo al ir unido a la orquesta de Juan D'Arienzo en el circuito de los clubes de barrio. La poderosa influencia del Quinteto de Django Reinhart se reflejó en su quinteto para el que convocó al sensitivo violinista Hernán Oliva. Luego transformado en sexteto, grabó entre 1943 y 1949 -año en que será disuelto-, cerca de 60 placas.
De ahí en adelante, convertido en un verdadero hombre espectáculo, se fue alejando paulatinamente del jazz para entrar en una faz más comercial. Aún así, consiguió destacarse de las orquestas de jazz del momento de estilos más melódicos, logrando que sus presentaciones en público batieran récords de asistencia.
Mientras su éxito cracia, su vida privada toma un cariz dramático. Rompe sus relaciones sentimentales con la joven actriz Carmen Vallejos, con la que había vivido hasta 1955, a pesar de aún estar casado con Malou, rescata a sus dos hermanos menores del orfelinato donde se encontraban recluidos desde la muerte de su madre y, comienza un romance con quien sería su segunda esposa, María Teresa Benito.
Ocupado con sus actuaciones en teatros, presentaciones en confiterías -especialmente la Richmond y Adlon-, y giras por los países limítrofes, recién vuelve a grabar en mayo de 1951, registrando discos en forma regular hasta 1958, año en que realiza una prolongada gira por España y Portugal. A su regreso, entre el abuso del alcohol y la penetración que desde mediados de la década venía teniendo el rock and roll, y con ella el eclipse de las grandes orqu estas, disolvió totalmente su agrupación y durante más de una década permaneció alejado de los estudios de grabación y de los escenarios. Haciendo ocasionales actuaciones para un público muy reducido, llenó su tiempo durante muchos años enseñando guitarra, viviendo malamente con lo que sacaba de sus clases.
En 1970, prácticamente es "redescubierto" por un público distinto durante una función del ciclo de jazz que se realizaba en el Teatro Santa María del Buen Ayre. Solo con su guitarra en medio del escenario y marcando el ritmo con sus pies, Oscar electrificó a una audiencia que lo ovacionó de pie, hecho que decidió su retorno, aunque esporádico, a los escenarios, la televisión y la radio. Incluso volvió a grabar en varias oportunidades, hasta que en 1999, con 70 años encima y como broche de oro a su carrera, registra su último LP, "Sí... Otra Vez!", desplegando una vez más ese swing que siempre lo caracterizó.
Multifacético en todo sentido, Oscar intervino en Europa en la olvidable película "Trois Argentin à Montmartre" (1937) con George Rigaud y el cantor Rafael Medina, y en la Argentina en "Buenos Aires canta" (1947), "El ídolo del tango" (1949), e "Historia de una carta" (1957), realizando además los arreglos musicales de "El ángel desnudo" (1946).
Quedan para la historia del jazz argentino sus grabaciones -entre muchas joyas- de Bésame mucho, Honeysuckle Rose, Whispering, I Found A New Baby, Sweet Georgia Brown, Caminos cruzados y Alexander's Ragtime Band, las de sus propias composiciones Scartunas, Hombre mio, Dolores e Improvisaciones sobre boogie-woogie, así como la de los tangos Milonga triste, La cumparsita y un largo etcétera.
Oscar Alemán, cuyo genio ayudó a desarrollar un estilo de tocar la guitarra en jazz en un tiempo en que ese instrumento no era importante para las orquestas, admirado en su patria más por su faceta histriónica y espectacular de tocar la guitarra -incluso colocada sobre su espalda- que por su talento y virtuosismo instrumental, falleció en Buenos Aires el 14 de octubre de 1980.
*Publicado en Tango Reporter - Carlos G. Groppa.
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OSCAR ALEMAN - VIDA CON SWING - Película documental de Hernan Gaffet - 2001 -

1 comentario:

  1. Un guitarrista extraordinario, pero sobre todo un músico que sabía transmitir y poner el alma en las cuerdas, de esos hubo muy pocos, y hoy ninguno comparable

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