Buscar este blog

lunes, 1 de abril de 2013

KEEF HARTLEY - HALFBREED


Era un baterista que a cualquier banda de blues le gustaría tener. Si bien no era un virtuoso, tenía un estilo mesurado, económico, con un impecable sentido del tempo. El inglés Keef Hartley, fallecido el pasado 27 de noviembre, había nacido en Preston, Lancashire, en 1944, y allí vivió desde su retiro hasta el día de su muerte. A comienzos de los sesenta tocó en su primer grupo, The Thunderbeats, y en 1963 ocupó el lugar de Ringo Starr en Rory Storm and the Hurricanes.
En 1964 ingresó a The Artwoods, liderados por el cantante Art Wood, hermano del guitarrista Ron Wood, que contaba con Jon Lord en teclados, posterior integrante de Deep Purple. En 1967 entró a los Bluesbreakers, eterna banda de John Mayall, pero fue despedido un año después. Hartley aprendió de Mayall cómo liderar una banda y decidió armar su propio grupo, algo que no fue fácil para un baterista que no cantaba ni tenía un especial carisma. Supo rodearse de buenos músicos y al poco tiempo se unió quien sería su principal compositor y vocalista, el guitarrista Miller Anderson.
La Keef Hartley Band tuvo una fuerte inclinación hacia el blues, lo que puede verse en su primer álbum, pero también cultivó el jazz y el rock. La imagen del baterista con vestimenta de indios norteamericanos, por los que Hartley sentía admiración, pasó a ser un distintivo del grupo. Durante sus cinco años de carrera, pasaron el malogrado bajista Gary Thain -fallecido en 1975 a causa de problemas cardíacos agravados por una brutal descarga eléctrica que recibió sobre un escenario mientras tocaba con Uriah Heep-, los guitarristas Spit James, Junior Kerr y, en forma fugaz, Mick Taylor, el trompetista Dave Caswell, Henry Lowther en trompeta y violín, Chris Mercer en saxo, el flautista Lyn Dobson y los tecladistas Mick Weaver y Dino Dines, entre muchos. Hartley siempre vio a su grupo como una banda de jazz donde los músicos entraban y salían según sus compromisos.
Mestizo. Halfbreed (1969), su primer disco, comienza con una muestra de humor inglés. El primer tema, "Hearts and Flowers", abre con una conversación telefónica entre Mayall y Hartley donde el guitarrista le comunica su despido. El álbum termina con "Sacked" (Despedido), otra pequeña charla telefónica entre los músicos donde Hartley despide a Mayall. La instrumental "The Halfbreed" (El Mestizo) es familiar a todo roquero uruguayo mayor de cincuenta años, ya que fue versionada por Opus Alpha y Psiglo, por nombrar solamente a dos. La Keef Hartley Band tuvo un relativo éxito en Estados Unidos y en Inglaterra pero en Uruguay, gracias a la pronta edición de sus discos y a la difusión radial a través de programas como los de Carlos Martins o Meridiano Juvenil, sus álbumes vendieron bien y ejercieron gran influencia en los grupos uruguayos.
A Halfbreed le siguieron The Battle of North West Six (1969), con algo más de jazz y una dosis pop en canciones como "Waiting Around"; The Time is Near (1970), donde son aún más claros el liderazgo de Miller Anderson y la inclinación hacia el rock progresivo; y Overdog (1971), su álbum más funky. En 1971, Hartley decide juntar a varios intérpretes que pasaron por la banda para hacer una gira como "big band", en la que llegó a contar con veinte músicos. Las actuaciones en el club Marquee de Londres, donde apenas cabían todos en el escenario, fueron registradas en el álbum Little Big Band (1971), que capta la fuerza de la banda.
Ya sin Anderson grabaron un quinto álbum de estudio, 72nd Brave (1972), aunque la escasa repercusión hizo prever el final, que ocurrió ese mismo año. El recopilatorio Not Foolish Not Wise (1999) cierra la discografía. La Keef Hartley Band fue de las pocas bandas inglesas invitadas al Festival de Woodstock, donde tuvieron la mala suerte de tocar a continuación de la explosiva performance de Santana. No aparecen en la película por una funesta decisión de su manager, quien no permitió que filmaran a "sus muchachos" sin firmar un contrato.
Luego del final. En años posteriores, Hartley editó un disco solista; se volvió a juntar con Miller Anderson y formaron Dog Soldier, que sacó un solo disco; y continuó con su carrera de músico de sesión. A comienzos de los 80 sus apariciones se hicieron cada vez más esporádicas. Parte de los últimos años del músico se conoce a través del cronista e informático Alex Gitlin, quien lo conoció en 1998 en una noche de copas y confesiones en los pubs de Preston. Cuando le confesó que era su fan, el batero respondió: "Ah, entonces eras vos".
Un año después Hartley intentó reunir a su vieja banda para presentarse en Woodstock `99, pero abandonó el plan luego de varios ensayos. La relación con Gitlin continuó a través del correo electrónico y el 24 de noviembre de 2007 escribió: "Woodstock `99 nunca fue una buena idea. El original nació del sentimiento del público más que de planificaciones formales". En el mismo correo habla del libro que estaba escribiendo con ayuda de un ghost writer, Halfbreed: A Rock and Roll Journey That Happened Against All the Odds. "Cubre los primeros años incluyendo Woodstock. Uno nunca sabe. Si es exitoso quizás produzca el volumen 2". Ese segundo tomo nunca fue escrito.
Keef Hartley fue un "blusero" de ley alejado de cualquier divismo, un buen batero rodeado de excelentes músicos que siempre lo apreciaron. John Mayall lo despidió desde su blog: "Cuando pienso en las aventuras que tuvimos (...), se me hace difícil pensar que mi amigo de tantos años no aparecerá para estar en algunas de mis bandas en el futuro. Su sentido del humor y su amor por la vida siempre estarán conmigo… ¡cómo nos divertimos! Adiós, amigo, te extrañaré".

Versiones

Hartley cuenta que en 1968 recibió una llamada de Mick Abrahams, por ese entonces guitarrista de Jethro Tull. La banda tenía una gira de dos semanas pero su baterista, Clive Bunker, había priorizado sus vacaciones de verano y se veían obligados a cancelarla. Abrahams preguntó si conocía algún baterista para suplirlo y Hartley dijo que él podía hacerlo. Su recuerdo no es bueno. "Ian Anderson… se veía a sí mismo como el líder y tenía el molesto hábito de hacer callar e ignorar a todo el mundo". Cuando intentó hacerlo con Hartley, "Le dije que era yo quien le estaba haciendo un favor… y que si no cambiaba su actitud podía meterse el trabajo en el culo". Luego de las dos semanas recogió su paga y se fue. Esas actuaciones no son recordadas ni por Anderson, quien sin embargo admite que alguna vez tocó con Hartley, ni por el bajista Glenn Cornick, ni por Abrahams que reconoce que eran amigos pero solamente recuerda haber compartido jam sessions con el baterista.
* Luis Fernando Iglesias - El Pais - Montevideo


KEITH HARTLEY - HALFBREED - 1969

Deram SML 1037 (UK), DES 18024 (US)
  1. "Sacked (Introducing Hearts and Flowers)" (Arr. Hartley) - 0:40
  2. "Confusion Theme" (Hartley, Cruikshank) - 1:05
  3. "The Halfbreed" (Hartley, Dines, Cruikshank) - 6:07
  4. "Born to Die" (Dines, Hartley, Thain, Hewitson) - 9:58
  5. "Sinnin' For You" (Hartley, Dines, Hewitson, Finnegan) - 5:51
  6. "Leavin' Trunk" (Estes) - 5:55
  7. "Just to Cry" (Lowther, Finnegan) - 6:20
  8. "Too Much Thinking" (Finnegan, Dines, Thain) - 5:30
  9. "Think it Over" (King) - 4:59
  10. "Too Much to Take (Speech)" - 0:32

Personnel


lunes, 25 de marzo de 2013

HUGO DIAZ - TANGOS


Hugo Díaz nace en el mítico Santiago del Estero, acunado por el sortilegio de leyendas y salamancas, telesíadas, montes de algarrobos, salitral y una soledad inmensa. El rumor de la palabra de Ricardo Rojos, el rescoldo tibio de Manuel Gómez Carrillo y de Andrés Chazarreta, las noches calurosas en que las estrellas velan con una claridad impresionante, el sueño de casi todos con el catre en los patios, la vida rodeada de música por doquier, con abuelos quichuistas memorizando las zambas viejas, ñaupas, que con su inestimable y sutil belleza brotan de la guitarra, del bombo, del arpa y del violín, que ha recordado un viejito ciego o una viejita guardadora de vidalas, hasta que le llegan a Hugo Díaz, el niño prodigio; el ushuto, el shulko, que sabe el misterio de la música desde que nace, o antes, en el vientre de su madre. Como si fuera un destinado por Dios para este milagro de verter con fluidez el arte nativista que su heredad le comunica, aunando además talento y musicalidad.La versatilidad de Hugo Díaz trasciende lo santiagueño, sus experiencias en Europa erudita le confieren una libertad que ya no se puede aprisionar y entonces, vuela y divaga en el espacio de una canción tradicional, o en ciertas concesiones pintorescas con que se luce en los festivales, solito con su armónica y un guitarrista, desangrando sus canciones, este inmenso músico argentino, con la gracia de un chango, con el corazón de un niño.
Este santiagueño es grande, inmenso algarrobo entre todos los músicos, a cuya sombra bienhechora crecieron muchos grandes artistas. Nació en Santiago del Estero, el 10 de Agosto de 1927, y murió en Buenos Aires en 1977, donde vivía hacía muchos años.
Este Hugo Díaz, risueño,
jovial, de cara redonda como un pan, de hermosos ojos negros, de labios gruesos, siempre mordaz, con su tonada santiagueña, hacía más ocurrente todo lo que decía, como un niño feliz de hacer divertir con sus chistes a los demás. Su ternura, su don carismático, su sentido de la amistad, fueron un distintivo en él. Podía deslumbrar con su maestría en la armónica, con su tic jazzístico. Era intuitivo y valioso, por su osadía de tocar con misma gracia, improvisando, imitando a sus amados fantasmas de la gran música. Tocaba también el violín, el piano, el contrabajo y el bajo con increíble soltura, ya que se inició como bajista en una banda de jazz, allá en Santiago, cuando andaba en los comienzos de la que sería su vida, la música.
Debutó en la radio de Santiago, en 1936. Era un niño cuando tomó parte de la primera orquesta folklórica, creada por el consejo de Educación de Santiago del Estero. Bajo la dirección del maestro Leopoldo Bonell, actuó como solista de la armó
nica. El director de orquesta Juan Carlos Barbará, lo contrata en Buenos Aires, allá por el año 1944, y debuta en la confitería Hurlingham, actuando como intérprete de música nativa.
Corre el año 1946 y Chacay Manta lo invita a formar parte del conjunto. Por ese entonces, ya había una serie de amadores fieles del folklore. Un sueño de juventud fue su primer conjunto integrado por Victoria Cura, su esposa, como cantante, Domingo Cura, su cuñado, percusionista y los guitarristas José Jerez, julio Carrizo y Nelson Murúa. Victoria era su cantante y con ella, santiagueña de voz bellísima, llegan a la gran capital.
Una mano abierta es la de Félix Pérez Cardozo (1908-1252). El honorable y bien querido músico nacido en Paraguay, que adoptara a tantos músicos paraguayos y argentinos con su famoso conjunto en el que su arpa paraguaya cobra significado nivel. Así que él, Félix Pérez Cardozo, fue el que abrió paso a Hugo Díaz, que se ganó enseguida el cariño y la admiración de todos lo
s artistas. En esa cocina hogareña, que es el compartir las noches en las peñas, es donde TK, el sello grabador, contrata a Hugo para hacer su primer disco. luego en Odeón grabaría un repertorio más completo y en RCA encabezó la lista de éxitos.
Para Hugo, el sueño del pibe se había cumplido. A su lado, una profusión de músicos de absoluta idoneidad, llegan para conformar el más importante enjambre de talentos, Alcira, esposa de Domingo Cura, es siempre la fiel comunicadora con todos ellos. Una época gloriosa es la de Kelo Palacios, Mariano Tito, Eduardo Lagos, Osvaldo Berlinger, Oscar Alem, Eduardo Ávila y Domingo Cura, una excelencia, junto a Domingo Cura en percusión.
En verdad, era un placer oír contar a Hugo cómo había tocado el cielo con las manos. En Es
tados Unidos toca junto a Lous Armstrong y Oscar Peterson; valía la pena haber vivido. A raíz de su actuación en Leverkusen (Alemania), contó con el apoyo de la Casa Hohner, fabricante de las armónicas que utilizaba, que puso a Hugo, junto a sus más grandes intérpretes, en la galería de retratos de su sede central. En Bélgica (1953), pudo conocer a los grandes de la armónica, Toots Thielemans y Larry Adler. Hugo ya tenía su lugar en el mundo. Waldo de los Ríos, una figura en España e Inglaterra y generoso anfitrión de los argentinos que iban allí, lo invita a grabar junto a él. Actúa en Oriente Medio, en Japón, en Roma, en la Scala de Milán, junto a figuras como Renata Tebaldi y Mario Del Mónaco, de renombre en el canto lírico.
Así, después de una vida agitada, vuelve al pago. Vuelve a la patria y no es fácil, una vez pasada la primera excitación de la llegada. No será lo mismo conformarse con lo cotidiano, volver a una vida rutinaria, tolerarse y tolerar la exagerada y abrupta caída desde el cielo. Hugo se ríe por fuera pero no será fácil, ya que las posibilidades se limitan en trabajo. El talent
o prueba el sabor amargo y riguroso de sentir el dolor, la parálisis, de la rutina en lugares nocturnos, hablando de lo que fue, aguantando, resistiendo. Aún habría un obra grabada, de excelentes frutos. El manantial deja brotar canciones como la que hace con Ariel Petroccelli, aquélla Zamba del ángel.
Al morir Hugo, unos días antes, Victoria llenó de lágrimas sus hermosos ojos árabes, verdes como tunal, por su adorado esposo, y lo acompañó hasta el último hálito de vida. El éxito de Mavi, hija única de ambos, no alcanzó a ser visto por su padre, pero la hija de Hugo Díaz y Victoria es digna de ese hombrón maravilloso, que cantó a su Santiago, con el sonido de la armónica, que gimió y alcanzó la exquisita vibración de lo que llamamos música.


http://lanovaboticadelaleman.blogspot.com.es










lunes, 18 de marzo de 2013

CALLE 54

Calle 54 es mi manera de saldar una deuda de gratitud con el jazz latino, una música que me ha hecho disfrutar y me ha ayudado a vivir como ninguna otra. Para mí, la película es un musical. Un musical sobre música, sobre cómo se crea, sobre cómo surge. Su argumento, su guión, son las piezas musicales elegidas. Sus protagonistas, los músicos.

Fernando Trueba 

 

 

Fernando Trueba dice que esta película no es un documental. Estoy de acuerdo con él. Un documental documenta, es decir informa sobre algo, aporta datos sobre personas, acontecimientos o cosas. "Calle 54" no hace nada de eso. No es su intención en ningún momento. Al contrario. "Calle 54" lo que quiere por encima de todo es provocar sensaciones, incitar a la comunión con unos músicos de los que en realidad ni sabemos nada ni nos interesa demasiado saber nada. Solo nos importa la impresión que produce en nosotros escucharlos, verlos tocar, mirarse, sentir su música. Y eso está más cerca de la ficción que del documento.Trueba cuenta que en el año 80 un amigo le regaló un disco de jazz latino que cambió su vida. A partir de ese momento se convirtió en un adepto. Y su fidelidad lo impulsó a filmar en "Two Much" una secuencia de música que cerraba la película. De esa secuencia nace "Calle 54". Del deseo de reunir ante una cámara a un conjunto de grandes músicos del jazz latino para que dejen su huella en un film que quedará como una experiencia única. Trueba sabe que lo que importa es la música, por eso reduce la presencia de los músicos fuera de la escena a lo mínimo, filmándolos apenas en un entorno frío en una Nueva York nevada que sirve de contraste con la calidez de los ritmos que se escuchan. Y para escucharlos los encierra en un espacio abierto. No es una contradicción. El estudio de rodaje, desnudo de cualquier decorado, se pone al servicio de estos hombres para iluminarlos con un simple color de fondo que ayuda a sentir la música proyectándola en todas direcciones.Excelente musical, preciosa película. No me gusta especialmente este tipo de música, debo reconocerlo, pero precisamente por eso le agradezco más a Trueba el buen rato que he pasado viendo y oyendo a Paquito DiRivera, Eliane Elías, Chano Domínguez, Jerry González, Michel Camilo, Tito Puente, Chucho Valdés, Chico O'Farrill, y sobre todo Gato Barbieri y los dos grandes cubanos Israel López Cachao y Bebo Valdés. >> Para amantes de la música latina. >> Lo mejor: el duelo musical entre Bebo Valdés y Cachao. >> Lo peor: que se lo pierdan aquellos a los que no les gusta esa música.
 Nuria Vidal