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lunes, 28 de junio de 2010

75 AÑOS SIN GARDEL -VIDA Y OBRA


Siempre se discutió su lugar de nacimiento, si Toulouse o Tacuarembó. Lo que nunca se discutió es el lugar que ocupa en el tango y su estampa de porteño de ley. Hace 75 años murió y se convirtió en leyenda.

Ocurrió el 24 de junio de 1935 y era lunes. Aquel día, por esas cosas del destino, “la ciudad de la eterna primavera” (como los colombianos definen a Medellín), se convirtió en una referencia inevitable a la hora de hablar de Carlos Gardel. Allí, hace hoy 75 años, el fuego de una tragedia terminaba con la vida de ese morocho cantor que cautivaba no sólo con su voz. Sin embargo, las llamas no pudieron con esa mágica sonrisa de dientes blancos y parejos que quedó instalada para siempre dándole paso a un mito que todavía, aunque hayan pasado las tres cuartas partes de un siglo, sigue como un ícono imbatible de la perfección artística y símbolo de lo argentino.
Pero eso no fue el resultado de una casualidad. Detrás había cuarenta y cuatro años y medio de una vida de leyenda que había comenzado a las dos de la madrugada del 11 de diciembre de 1890, en la ciudad de Toulouse, en el suroeste de la vieja Francia.
Es cierto que hay otras teorías que promueven un origen más cercano a la Argentina y le asignan ese sitio preferencial a la ciudad uruguaya de Tacuarembó. Inclusive hasta el propio Gardel le dio aire con algunas declaraciones confusas. Pero esa teoría es justamente parte de una vida fascinante que sólo sirve para alimentar aquel mito que empezó a consolidarse después de Medellín.
A esta altura de la historia, lo más importante es que Gardel nació y que bajo el nombre de Charles Romuald Gardes llegó al puerto de Buenos Aires cuando tenía apenas dos años. Junto con su mamá, Maríe Berthe Gardes Camarès (después sería simplemente Doña Berta) venía de pasar casi un mes en el mar en el vapor de bandera portuguesa Dom Pedro, junto a otros inmigrantes que llegaban con el sueño de hacerse la América.
Sin embargo, en la corta vida de esa mujer (tenía 27 años) había algo más. Y aunque al llegar se registró como viuda, era una madre soltera, algo que iba a fogonear aún más la leyenda cuando su hijo pasara a ser Carlitos, El Morocho del Abasto, El Mudo o El Zorzal Criollo. Esa carga de ser “hijo de padre desconocido”, en un tiempo en que aquello era un estigma, no iba a tener respuesta.
Siempre se habló de un tal Paul Lasserre, un ingeniero nacido en una familia burguesa de Toulouse, quien murió en 1921. Dicen que hasta alguna vez intentó un acercamiento cuando el muchacho ya era Gardel y que madre e hijo optaron por responderle al posible reconocimiento con un no. Otros mencionan a un monje llamado José Gardes, un primo de Maríe Berthe. Los que alimentan la tesis uruguaya nombran al coronel Carlos Escayola. Lo concreto es que el tema del padre quedó como un secreto eterno y lacrado.
Después del paso por algunos colegios porteños (el recorrido incluyó hasta un par de años como pupilo del Colegio Pío IX, que aún está en Yapeyú y Don Bosco) y con el nuevo siglo ya en marcha, “el francesito” comenzó a vivir su etapa adolescente. La calle se iba a convertir en su primer escenario. Y los alrededores del Mercado de Abasto, entonces casi un suburbio de la ciudad, serían el territorio en el que Carlos Gardel hallaría un caldo de cultivo que estaba en plena ebullición, dándole forma a esa música de fusión que el mundo conoce como tango. La confluencia de criollos e inmigrantes, en especial italianos, le pondrían marco a su apego por la música, algo heredado de su mamá.
En medio de esa bohemia, con cantinas y burdeles a tiro de lazo, el chico empezó a ser conocido. Y así llegó al ambiente artístico trabajando entre bastidores de distintos teatros. Por entonces también frecuentaba los comités de los conservadores que no sólo le daban protección paternal: también le permitían ganarse unos pesos.
Al uruguayo José Razzano lo conoció en 1911, a través de amigos comunes. El Morocho y El Oriental estarían cantando juntos hasta 1925. En el medio no sólo contaban con innumerables grabaciones sino que se habían lucido en muchas giras, actuando hasta en España. Por entonces Gardel ya tenía en su haber el estreno de Mi noche triste, interpretación a la que se define como la fundadora del tango-canción.
Junto con los calendarios, también iban pasando los tiempos del “cantor nacional” para empezar a abrirle la puerta a ese profesional que no sólo se imponía por presencia sino que también, en la fragua tanguera, forjaba un estilo personal. Era la forma de preparar el terreno para que después quedara ese molde, esa matriz que se sintetizó en cuatro palabras: “esto se canta así”. Esto, obviamente, era el tango.
Además del tango, por esos años Gardel había conocido a Isabel Martínez del Valle, una adolescente a la que le llevaba diecisiete años. Bajo el nombre apocopado como Isabel del Valle, aquella chica quedaría en la memoria colectiva como “la novia oficial” del cantor. Pero por su condición de eterno muchacho del café y de los amigos, la relación nunca se profundizó, aunque la propia Isabel se encargara de difundir siempre que ella fue “el único amor” de la vida de Carlos, a pesar de los múltiples amoríos que se le atribuyeron.
Hacia 1927, ya afianzado como solista, su figura también crecía afuera del país. Primero sería en España. Después llegaría el turno de Francia y vendrían aquellos años de “morocho y argentino, rey de París”. Y la cercanía a otra de sus pasiones: el turf y los pura sangre de carrera.
La lucha contra los kilos de más (el “buen diente” de Gardel y su apego a la mesa bien servida nunca fueron un secreto) había dado sus resultados y ya era todo un dandy con el peso estabilizado orillando los 75 kilos.
Además, las buenas pilchas (incluían hasta frac) y una presencia siempre impecable (se hacía afeitar todos los días a la navaja) mostraban algo fundamental para su carrera: el cantor ya había descubierto que a la buena voz había que sumarle imagen. Es decir: hasta en esas cuestiones extra artísticas fue un auténtico pionero.
Aquella prosperidad económica también se reflejó en una inversión que sorprendía en medio de su vida de joven andariego y mundano: en ese tiempo Carlos compró una casa en lo que hoy es el número 735 de la calle Jean Jaurés. La pagó 50.000 pesos y Gardel la definió como “la casa de mamá”, aunque siempre funcionó como su refugio porteño. La leyenda dice que en ese lugar del Abasto alguna vez hubo un prostíbulo. Hoy, esa típica “casa chorizo” (por las habitaciones corridas y junto a un patio) es un museo que recuerda al cantor. Para Doña Berta también eran historia los duros tiempos en los que se ganaba la vida como planchadora, un oficio en donde se destacaban las inmigrantes francesas que habían podido optar por estar lejos de la noche porteña para sobrevivir.
El salto definitivo hacia la conquista artística del mundo llegó junto con el encuentro de un joven periodista y poeta de su misma edad. Se llamaba Alfredo Le Pera. Ese hombre nacido en San Pablo, Brasil, pero criado en el porteño barrio de San Cristóbal desde que tenía un año, fue el complemento ideal para las aspiraciones de Gardel. Y aunque alguna vez se habían visto en Buenos Aires, el acuerdo para trabajar juntos se selló en París en 1931. Esa unión sólo se iba a truncar en la tragedia de Medellín, donde murieron ambos. Pero en menos de cuatro años la dupla iba a producir obras de una belleza aún intacta.
Por supuesto que en aquella etapa final no todo fueron flores. Quizá lo más representativo de aquellos contratiempos para el cantor, que por entonces no sólo grababa tangos sino que incluía con la misma calidad otros ritmos, lo marque una nota que Carlos Muñoz (conocido como Carlos de la Púa o El Malevo Muñoz) publicó el 15 de septiembre de 1931 en el diario Crítica. El título, mordaz, era contundente: decía simplemente “Che Carlitos, largá la canzoneta”.
Era apenas uno de los tantos que todavía no se había dado cuenta de la dimensión de artista internacional que Gardel había alcanzado. Tendría que llegar aquella tarde del lunes 24 de junio de 1935, en Colombia, para que el cantor, el músico, en definitiva el artista, transformara su nombre en un adjetivo para calificar lo más excelso. Para que 75 años después, cuando alguien busca definir a lo máximo en cualquier disciplina, se siga diciendo: “éste sí que es Gardel”.
*Clarín.
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VIDA Y OBRA DE CARLOS GARDEL - 22 VOLUMENES - ODEON
La colección "Vida y Obra de Carlos Gardel" constituye un autentico documento acerca del legado del "Zorzal Criollo". Consta de 22 volúmenes con tres vinilos cada uno, ello fué posible gracias a la cesión a la discográfica Odeon de la gran colección de grabaciones de Rubén Gonzalo.
Rubén Gonzalo tiene una entrada propia en el "Primer diccionario gardeliano":
"Tal vez sin pensarlo, por descontado favoreciendo a la empresa fonográfica que permitió a uno de sus ejecutivos -promotor de la "nueva ola"-destruir las matrices grabadas por Gardel, Gonzalo produjo una revolución entre los conocedores y los no demasiado entendidos en la discografía gardeliana. Poseedeor de una colección importantísima de piezas grabadas por EL Morocho, la puso generosamente a disposición del sello Odeón para que éste realizara su serie de álbumes "Vida y Obra de Carlos gardel" No pocas de las versiones que aportó son de valor significativo y estaban reservadas a muy pocas personas. Gonzalo las puso al alcance del público facilitando sus discos y placas de prueba. Ganó con ello la antipatía de algún celoso y avaro poseedor de piezas similares; pero conquistó la no muy difundida gratitud de todos quienes gracias a él podemos disfrutar y comentar la casi totalidad de los registros legados por El Zorzal. Cabe agregar un detalle: el señor Gonzalo no aceptó un solo peso por el material cedido, y tampoco dinero alguno por los gastos que el viaje desde Mar del Plata y su permanencia en Buenos Aires significaron para sus ingresos. Sabemos que únicamente admitió, como recuerdo de su contribución a la discografía gardeliana, un encendedor de bolsillo que le entregó la firma Odeón"
*David F. Martin - gardelweb

lunes, 21 de junio de 2010

THELONIUS MONK WITH JOHN COLTRANE


En los sótanos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en perfecto estado de conservación y después de casi 50 años, se descubrieron unas cintas con la grabación del concierto de Thelonius Monk y John Coltrane en el Carnegie Hall - santuario del jazz entre la Séptima Avenida y la Calle 57 - , la noche del 29 de noviembre del legendario año de 1957, en beneficio del Morningside Comunity Center de Harlem (New York), compartiendo un cartel espectacular con Dizzy Gillespie, Billie Holiday, Ray Charles, Chet Baker y Sonny Rollins.

Las cintas del concierto de Monk y Coltrane fueron grabadas por la Voz de América y tras un proceso de limpieza y remasterización han sido editadas por los sellos Blue Note y Thelonius Records en un álbum que es el reflejo de una de las mejores etapas de la historia del jazz, un testamento del mejor talento creativo e interpretativo de una asociación sublime conformada por dos grandes gigantes musicales.

En abril de 1956, Coltrane tuvo un fuerte enfrentamiento por su afición a las drogas con Miles Davis, que terminó expulsando al saxofonista de su afamado quinteto * . John se traslada a Philadelphia con la intención de desintoxicarse de la heroína y el alcohol. Poco después, se incorpora al cuarteto de Thelonius Monk para una serie de actuaciones en el club Five Spot .

Alejado de la presión de Davis, el genio de Coltrane se desarrolla de forma libre junto a la singularidad excepcional del maestro Monk, su lenguaje musical encuentra nuevas vías y espacios creativos. Lamentablemente, de ese concierto que los críticos calificaron de extraordinario, no había quedado ningún registro sonoro.

Thelonious Monk Quartet with John Coltrane at Carnegie Hall es un disco histórico e imprescindible en la historia del jazz y a la vez, el testimonio del estado de transición exuberante, tanto creativo como interpretativo, en el que se encontraban ambos músicos.

El concierto se divide en dos partes y se abre con una impresionante balada a dúo: Monk´s mood - ya una declaración directa de intenciones del espíritu musical de Monk, a veces tan sencillo como impredecible en su transmisión -, que arranca con un solo de Thelonious animando al saxofonista a vadear en las aguas de su profunda e intensa corriente musical. Una acertada introducción para una actuación en la que brilla la perfecta conjunción del grupo y el virtuosismo de Monk en el arte de la disonancia y en el manejo de tiempos y espacios, con un motivado Coltrane como compañero de lujo.

Aunque es en temas más “feroces” como Epistrophy o Bye-ya, donde estalla la tensión contenida del cuarteto y los solos de Coltrane, es en los fragmentos lentos donde se evidencia aún más el talento y la belleza rítmica de Monk y relucen las notas del saxofonista.
Coltrane volvería con Miles en 1958, grabando en 1959 el esplendido Kind of Blue, hasta que forma su propio grupo en 1960.
*Jesús Villalba, jazzggranada.es
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THELONIUS MONK QUARTET WITH JOHN COLTRANE AT CARNEGIE HALL
(Blue Note / Thelonious Records)

1. Monk's mood,
2. Evidence
3. Crepuscule with Nellie
4. Nutty
5. Epistrophy
6. Bye-ya
7. Sweet and lovely
8. Blue Monk
9. Epistrophy (incomplete).

Músicos: John Coltrane (saxo tenor), Thelonious Monk (piano), Ahmed Abdul-Malik (contrabajo) y Shadow Wilson (batería).

lunes, 14 de junio de 2010

DUKE ELLINGTON AND RAY BROWN - THIS ONE´S FOR BLANTON


Hace años, cuando yo era muy joven e iniciaba mi historia de amor con el jazz, tenía la costumbre de ir por ahí con Nat Cole y Lee Young, el batería hermano de Lester. De vez en cuando, se unía a nuestro errático grupo Jimmy Blanton, bajista de la banda de Duke Ellington. Por entonces Duke interpretaba en Los Angeles "Jump For Joy", un fantástico musical que se adelantó bastante a su tiempo; así pues, tuve bastantes oprtunidades de ver a Jimmy Blanton en aquellos días. Poco después, él se puso enfermo, de repente se hizo demasiado tarde y todo se acabó.

Años más tarde, en una ocasión en el que el contrabajista titular de mis conciertos "Jazz At The Philarmonic" en el Carnegie Hall no apareció, recluté para tocar el contrabajo a Ray Brown, que estaba de simple observador ocasional entre bastidores. Ese fué el comienzo de una relación perdurable y significativa. Desde entonces e intentado, durante años, convencer a Duke de que formara equipo con Ray, a fin de revivir los famosos dúos que una vez realizara con Blanton: pero las cuestiones logísticas, o tal vez las vibraciones (que se dice ahora), nunca fueron favorables.

Por fin cuando acababa 1972, y aprovechando una estancia de Duke Ellington en las vegas, conseguí que hiciera esta sesión con Ray. Todos nosotros al concluir la el acontecimiento, estuvimos muy orgullosos de él.

Pienso que a Jimmy Blanton le hubiera gustado lo mismo.

Normanz Granz en la contraportada del LP. (traducido por José Ramón Rubio).

- DUKE ELLINGTON Y RAY BROWN "THIS ONE´S FOR BLANTON" PABLO RECORDS

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All compositions by Duke Ellington except as indicated
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1.o Nothin' Till You Hear from Me" (Ellington, Bob Russell) - 5:36
2.itter Panther Patter" - 3:06
3.hings Ain't What They Used to Be" (Mercer Ellington) - 4:00
4.ophisticated Lady" (Ellington, Irving Mills, Mitchell Parish) - 5:30
5.ee See Rider" (Traditional) - 3:07
6.ragmented Suite for Piano and Bass: First Movement" (Ray Brown, Ellington) - 4:51
7.ragmented Suite for Piano and Bass: Second Movement" (Brown, Ellington) - 5:11
8.ragmented Suite for Piano and Bass: Third Movement" (Brown, Ellington) - 3:40
9.ragmented Suite for Piano and Bass: Fourth Movement" (Brown, Ellington) - 4:58
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Recorded at United Recording Studios in Las Vegas, Nevada on December 5, 1972.

lunes, 7 de junio de 2010

DUKE ELLINGTON MEETS COLEMAN HAWKINS


Coleman Hawkins fué uno de los auténticos maestros del saxo tenor. En su momento, todos los que querían tocar ese instrumento aspiraban a sonar como él. Hoy sigue habiendo muchos instrumentistas que tocan los solos exactos que Hawk, cuyo "Body and Soul" es conocido por casi todo el mundo. Cuando Hawk estaba en la banda de Fletcher Henderson, consiguió que dicha orquesta fuera un rival muy duro de pelar. Y me alegra mucho que en 1962 él y yo tuvieramos ocasión de grabar un álbum juntos.
Su versión de "Body and Soul" me vino a la mente hace unos pocos años, cuando sus majestades los reyes de Tailandia, visitaron al presidente Johnson en la Casa Blanca. En ese momento me hicieron el honor de preguntarme qué música podría ser regalada a los monarcas como representativa del jazz estadounidense. Cuando me lo preguntaron estaba actuando en Lake Tahoe. Lo pensé un momento y dije:
- Si tuviera que elegir, me decantaría por los grandes solos que los músicos de jazz han hecho de canciones populares: el "Body and Soul" de Hawk, la versión que Jack Jenney hizo de "Stardust", el "Take the "A" Train" de RAy NAnce, la "Rose of The -Buena ideac -me dijeron - ¿Donde podemos conseguir las partituras?
En Lake Tahoe no se podía, por lo que llamé a Dick Vance en Nueva York, le di los nombres de las canciones y los solistas, le pedí que comprara los discos y que transcribiera las partituras él mismo. Le expliqué que el presupuesto tan solo era de 300 dólares, pero que valía la pena hacerlo po cuestión de relaciones públicas. Las partituras fueron encuadernadas en un volumen especial para su entrega al rey de Tailandia. Una de las secretarias de la primera dama preguntó a Dick si le apetecería acudir a la recepción, y el naturalmente respondió que estaría encantado de hacerlo. Dick a continuación habló con su jefe en el local de Nueva York, donde estaba trabajando y le preguntó si podía tomarse una noche librempara ir a la Casa Blanca. El jefe se puso hecho un basilisco y contesto:
- ¡No me vengas con cuentos! Lo que pasa es que tienes una actuación en otro lugar. Así que no, ¡no puedes tomarte la noche libre!
Dick Vance por consiguiente tuvo que llamar a la Casa Blanca y pedir: si fueran tan amables, ¿podrían enviarme la invitación por correo? Así lo hicieron y al final Dick se pudo tomar esa noche libre.
Estaba yo en el jardín meridional de la Casa Blanca hablando con su majestad el rey cuando Dick y su mujer aparecieron de repente. Dick iba vestido de smoking, y su mujer llevaba puesto un precioso vestido de noche.
-Ah, su majestad... -apunté-. Le presento a Dick Vance... señora Vance, su majestad el rey de Tailandia. Dick Vance antes trabajaba con ... ¡Dick Vance! -exclamó su majestad-. Ya se quién es Dick Vance. ¡Antes tocaba con la banda de Chick Weeb!
"¡Dios mio -me dije-, este rey es un fenomeno! Pues Dick Vance no era uno de los trompetistas de la orquesta de Chick Weeb, y la gente por lo general tan solo se acuerda de los solistas.
Coleman Hawkins, tendría que haber estado allí esa noche.
Duke Ellinton memorias "La música es mi amante" Ed. Globalrythm
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DUKE ELLINTON MEETS COLEMAN HAWKINS - 1962 - IMPULSE RECORDS
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1.Limbo Jazz — 5:15
2.Mood Indigo — 5:56
3.Ray Charles' Place — 4:05
4.Wanderlust — 5:00
5.You Dirty Dog — 4:20
6.Self-Portrait (of the Bean) — 3:53
7.The Jeep is Jumpin' — 4:50
8.The Ricitic — 5:53
9.Solitude[3] — 5:51
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Duke Ellington (piano)
Coleman Hawkins (tenor saxophone)
Aaron Bell (bass)
Lawrence Brown (trombone)
Harry Carney (bass clarinet, baritone saxophone)
Johnny Hodges (alto saxophone)
Ray Nance (violin, cornet)
Sam Woodyard (drums)
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Bob Thiele (producer)
Rudy Van Gelder (engineer)
Joe Alper (photography)
Jason Claiborne (graphic design)
Stanley Dance (liner notes)
Hollis King (art direction)