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lunes, 22 de febrero de 2010

IMPULSE RECORDS



NARANJA Y NEGRO

FUEGO Y ÉBANO

FURIA Y ORGULLO

Entre 1961 y 1976, Impulse Records exhibió orgullosamente sus colores corporativos y puso bien alto su signo de exclamación. Produjo discos cuyas fundas de colores brillantes se desplegaban de par en par, igual que un álbum, atrayendo a varias generaciones de oyentes a un excitante y variado universo de música improvisada. El sonido de sus microsurcos se crispaba con el espíritu de los sesenta y se movía al ritmo de los experimentos musicales y la excitación política de aquellos días. Para muchos de quienes vivieron la época, el sello formó parte inherente de esa velocidad, avanzó al ritmo de —y a veces predijo— los sonidos y la política que todavía estaban por llegar.

«Ése es el punto exacto en el que se encuentra», explicaba en 1966 Bob Thiele, el veterano productor discográfico que dirigió Impulse durante la mayor parte de aquel periodo. «La música de jazz siempre ha sido un reflejo de su tiempo. Hoy se producen transiciones sociales violentas, y esos cambios, que a veces provocan confusión, tienen su traducción musical».

Pero Impulse hizo bastante más que reflejar una época revolucionaria. Encajó perfectamente en la edad dorada del jazz, ese breve periodo que abarca desde finales de los cincuenta hasta los setenta, en el cual estaban vivos y activos más músicos de jazz que en ningún momento anterior (o posterior), y dejó constancia de todas las fases de la tradición. Desde Armstrong hasta Ayler, desde el swing a la New Thing. Impulse no los grabó a todos, pero desde luego lo intentó con más energía que cualquier otro sello, y consiguió unificar todos esos estilos y visiones en una sensibilidad moderna sin fisuras que aún mantiene intacto todo su vigor.

Una sensibilidad lo bastante moderna incluso como para seguir siendo un sello de referencia entre los principales mezcladores y productores de hiphop de hoy en día. La prueba se encuentra en los lomos de color naranja y negro que asoman en los anaqueles de los pinchadiscos, y en los fragmentos de Impulse que aparecen repentinamente en las músicas de baile más innovadoras.

Preguntemos hoy por Impulse a cualquiera que entienda de música, no solo a los eruditos del jazz. La respuesta típica incluye la música, la transición de los años sesenta a los setenta y, con la misma frecuencia, el formato de funda que se abre y alguna referencia al color naranja.

«Cuando iba al colegio, podía decir lo que alguien sabía sobre esta música por la cantidad de color naranja que se veía en sus estanterías», afirma Daniel Richard, un ejecutivo de la industria discográfica entre cuyos cometidos está la reedición de discos Impulse en Francia. «Esos discos estaban envueltos en un cierto misterio», dice el periodista especializado en jazz y crítico Gary Giddins. «Cuando yo estaba en el instituto, la pregunta sobre Impulse era:

¿Los colocas por orden alfabético, con todos los demás discos, o los pones juntos para lucir la franja de color naranja en la pared?»

«La presentación era extraordinaria», apunta Don Heckman, otro veterano crítico de jazz. «Creo recordar que al principio nos molestaba que se abrieran porque ocupaban más sitio en las estanterías, pero luego agradecíamos que dispusieran de más espacio para los textos, fotografías y esas cosas».

Fue la presentación lo que causó un impacto mucho más allá del ámbito jazzístico, sirvió para atraer a toda una nueva generación al jazz y quedó grabada en la conciencia del público. Los ritmos y libertades que resonaban cuando los elepés de Impulse giraban en los tocadiscos de los años sesenta y setenta, resuenan hoy con idéntica fuerza. En su día, el logotipo de Impulse prometía música de avanzadilla por medio de un diseño inolvidable y funcional.

«Esas carpetas que se abrían fueron un avance maravilloso, porque proporcionaban un lujoso canalillo para liar marihuana», recuerda el polemista político y comentarista radiofónico de jazz de los sesenta, John Sinclair. «Los mejores Impulse eran los que tenían más cañamones adheridos en el centro.»

A mediados de los años sesenta la mayoría de los sellos de jazz podían identificarse por una personalidad y estilo muy bien definidos. Columbia, el más exquisito, era realmente un sello de música popular en general que ostentaba una gama alta de jazz postbebop: Miles Davis, Thelonious Monk y Dave Brubeck. Atlantic combinaba modernistas como el Modern Jazz Quartet y Rashaan Roland Kirk con los sonidos teñidos de soul y blues de Dave «Fathead» Newman y Hank Crawford. Verve, especializado en vocalistas y producciones bien realizadas, encontró sus filones comerciales primero en la moda de la bossa nova, con Stan Getz y otros, y luego en los discos afines al pop de tipos como Wes Montgomery. Prestige y Blue Note habían puesto su confianza sobre todo en la mezcla de estrellas del hard bop y el soul jazz como Gene Ammons, Jimmy Smith y Lee Morgan. Finalmente, había también una nueva cosecha de experimentalistas: Eric Dolphy y Sam Rivers en Blue Note o Albert Ayler y Pharoah Sanders en el modesto sello ESP. A partir de los primeros sesenta, estos artistas comandaron el escuadrón de avant-gardistas (por emplear una palabra acuñada por Archie Shepp) que se dedicaron a producir una música más agresiva a partir de las innovaciones establecidas en los cincuenta por Ornette Coleman, Cecil Taylor, Charles Mingus y John Coltrane.

Impulse se distinguió dentro de este colectivo por una serie de significativas circunstancias.

Impulse nació completamente maduro, como Atenea, a partir de la ABC-Paramount Record Corporation, a diferencia de admirados sellos independientes de jazz como Blue Note y Riverside, que tuvieron que pelear para encontrar su lugar. Impulse vio la luz con un éxito en las listas de los diez discos más vendidos, «One Mint Julep», cortesía de Ray Charles, y nunca experimentó agobios financieros hasta bien entrados los setenta. Esas fundas que se desplegaban, con sus brillantes fotografías, no resultaban baratas, como tampoco los creativos proyectos de grabación, de alto presupuesto, por los que se conocía el sello. Para Impulse —que pensaba como un sello independiente pero que gastaba como uno de los grandes— el apoyo de un padre corporativo fue un rasgo consustancial y distintivo.

Mientras que la mayoría de los sellos innovadores mantuvieron su desafío y modernidad durante unos cuatro o cinco años, Impulse se ocupó de la música más incisiva durante un impresionante periodo de quince años, absorbiendo progresivamente nuevos sonidos e innovaciones y demostrando de ese modo que era una incansable rara avis en una industria donde la regla consiste en encontrar fórmulas establecidas y todo sucede muy rápidamente. Buena parte de los lanzamientos tardíos de Impulse son todavía alabados fanáticamente por aficionados y músicos, y continúan siendo tan controvertidos como lo fueron cuando aparecieron por vez primera.

Impulse se distinguió inicialmente de otros sellos de la época por ocuparse de un amplio y abigarrado paisaje musical, desde el swing hasta el experimentalismo extremo del jazz de los sesenta. Finalmente el sello concentró su interés casi exclusivamente en la vanguardia, y se caracterizó en adelante por el éxito que obtuvo en la comercialización de esta música.

La devoción del sello hacia músicos en su mayoría afroamericanos y vanguardistas, responsables colectivos del último avance significativo en el jazz moderno —el punto en el que la mayoría de historias del jazz y cronologías suelen concluir, se nos aparece hoy como uno de sus logros más importantes.

«Impulse permanecerá inscrito para siempre en la historia por haberse jugado el cuello», dice el vibrafonista Gary Burton, que vio a los estudiantes utilizar discos Impulse como si fueran libros de texto cuando ocupó la plaza de vicepresidente ejecutivo de la Berklee School of Music. «Será recordado por haberse comprometido con artistas como los Coltrane [John y Alice], Pharoah Sanders y Archie Shepp, y haberles proporcionado un lanzamiento que les permitió dar a conocer su música al público de todo el país, lo que no es poca cosa.»

El compromiso del sello con música de un atractivo comercial aparentemente mínimo puede atribuirse a la influencia de un solo músico, un músico de jazz que condujo a una empresa comercial de la envergadura de Impulse Records hacia el descubrimiento de su objetivo y su identidad musical. Este es el aspecto más llamativo de la historia de Impulse. Es también la principal razón de este libro.

El nombre del músico que se convirtió en el artista más comercial de Impulse y sigue siendo actualmente su más firme motivo de reconocimiento es John Coltrane. En 1967, el año en que el elogiado saxofonista murió a la edad de cuarenta años, en el punto más alto del arco que trazan los quince años de Impulse, el sello ya había sido bautizado como «La casa que Trane construyó» por un círculo de músicos y amantes de la música. Para entonces, Coltrane había trascendido con mucho la mera popularidad jazzística. Su timbre inequívocamente oscuro e inquieto y su exaltado fraseo estaban alcanzando una cantidad de oyentes mayor que la de cualquier otro músico de jazz, a excepción de su antiguo jefe Miles Davis. Sus discos Impulse vendían decenas de miles de copias —más de cien mil en el caso de A Love Supreme— y atraía a una generación más joven que también se identificaba con el sonido del rock, folk, blues eléctrico y otros estilos rompedores del momento.

¿Acaso un sello discográfico podía encontrar un abanderado más oportuno? El vertiginoso progreso de Coltrane disco tras disco igualó la extrema velocidad que caracterizaba esta época. Pese a sus detractores, los gritos y chillidos que obtenía de su saxofón parecían surgir al unísono con la justa rabia e indignación que se respiraba en los años sesenta. En opinión de muchos, Coltrane proporcionó a Impulse una legitimidad política y un aura espiritual que ningún departamento de mercadotecnia podría haber preparado. El desarrollo de los acontecimientos era inmejorable.

«Impulse estaba en el lugar correcto y en el momento oportuno», dice Ed Michel. «Fuimos beneficiarios de un profundo aliento cultural. La cultura estaba muy abierta a la música de Coltrane y sus seguidores.»


Si excluimos el mundo de los sellos propiedad de músicos, hay pocos parangones en la tradición del jazz para la simbiosis entre Coltrane e Impulse. Ni Armstrong, Ellington o Basie, cuyas carreras se prolongaron durante décadas y discurrieron por múltiples sellos. Ni Monk, Gillespie o Parker, cuya rapidez de evolución estilística nunca igualó la de Coltrane ni produjo una cantidad de obra igual a la suya. Ni siquiera el propio Coltrane cuando, entre 1955 y 1960, grabó para Prestige, Blue Note y Atlantic antes de unirse a Impulse.


Cuando se trata de la industria de la música grabada, ninguna empresa es indiferente a la seducción o a la necesidad del lucro. Los sellos discográficos que nacieron con la inspiración más pura aprendieron enseguida lo que eran los beneficios y las pérdidas y a tener contentos a sus acreedores; en caso contrario desaparecieron con la misma rapidez. Pero a la inversa, ni siquiera la compañía discográfica más poderosa y comercial ha podido dejar huella sin lanzar música de alguna calidad o valor.

Desde el momento mismo en que el primer músico estampó su firma sobre la línea de puntos, el negocio de la música ha sido visto con desconfianza. En general, es una reputación merecida. Hay demasiadas historias de explotación intencionada que ensucian la historia de la industria y todavía se producen demasiados casos de robo de derechos. La historia de Impulse incluye numerosos episodios dignos de admiración y merecedores de crítica.

Para empezar, la industria discográfica en su totalidad es ambivalente, porque por un lado se trata de obtener provecho, pero por otro lado tiene relación con el arte, que no es un beneficio tangible y no se produce con el objeto de obtener provecho. No sé cómo pueden conciliarse ambos extremos sin una especie de revolución.

Estas palabras no las pronunció un músico sino alguien que pertenecía a la industria del disco: Bob Thiele. Las dijo en los vertiginosos días de 1971, con un vocabulario más propio del zeitgeist de finales de los sesenta que de alguien de su edad. En aquel entonces era un veterano de la industria con cuarenta y nueve años cumplidos, un productor artístico con una infrecuente apertura de miras que se enamoró del jazz en el momento culminante de la era del swing. Thiele comenzó a trabajar como productor y se convirtió en un experto creador de éxitos, ocupándose de la carrera de habituales de las listas de éxitos como Pearl Bailey y las McGuire Sisters a principios de los cincuenta, y luego, ya hacia final de la década, de pioneros más próximos al rock como Buddy Holly y Jackie Wilson. Pero nunca olvidó su primer amor. Le gustaban los músicos y su mundo, y la simpatía era recíproca. Con relación a la historia que nos ocupa, fue la cabeza visible de Impulse durante la mayor parte de los días de gloria de Coltrane en el sello.

Thiele formó parte de una serie de productores decididos que comandaron el sello entre 1960 y 1977, responsables de más de trescientos discos de influencia duradera. Sus nombres figuran de manera ostensible en los créditos incluidos en las fundas de los elepés y los discos compactos. En el orden cronológico de sus años en Impulse, se trata de Creed Taylor, Bob Thiele, Ed Michel, Steve Baker y Esmond Edwards.

Thiele ya trabajaba para ABC en 1961, grabando a cantantes pop como Frankie Laine y Della Reese, cuando Creed Taylor se despidió. Thiele llevó las riendas de Impulse durante los siguientes ocho años, hasta mediados de 1969. Michel se unió a ABC después del traslado del sello a Los Ángeles, y se ocupó del departamento de producción de Impulse durante los siguientes seis años. Baker, que fue contratado en 1971 por sus habilidades como promotor, demostró su valía y se encargó de Impulse durante los siguientes dos años. Edwards dirigió el sello entre 1975 y 1977, una etapa de transición que marcó el final de una era.

En su época, Impulse se prestó de buen grado a la reelaboración de viejas fórmulas, dio prioridad a nuevos sonidos y tecnologías y trató a todos sus músicos como innovadores, incluso revolucionarios. Quizá esta sea la verdadera tarjeta de presentación del sello, la razón profunda del invariable respeto que suscita: Impulse infundió una idéntica modernidad imperecedera tanto al jazz más tradicional como al más innovador y arriesgado.

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Fuente: Ashly Kahn - Impulse Records - El sello que Coltrane impulsó - Ed. Globalrythm

lunes, 15 de febrero de 2010

OCTETO BUENOS AIRES


Piazzolla había vuelto de Francia e inducido por Nadia Boulanger a continuar en los caminos del tango llevó al octeto los objetivos que le había señalado la gran pedagoga francesa, más lo que él llevaba en su sangre como genes musicales. La fórmula era explosiva, es válida para comprender toda su obra y en especial ese parto de 1955. En el pizarrón diría así:
Nueva York + Bach + Troilo + Pugliese + Gobbi + Ginastera + Stravinsky + Boulanger = TANGO DE PIAZZOLLA.
Es la gran revolución tanguera. Efectos sonoros y rítmicos nuevos, contrapuntos entre las cuerdas, un violín sonando como un tambor, el cello y el bajo haciedo de bombos; todo ello más el sonido propio de formidables solistas y la presencia agresiva de una guitarra eléctrica improvisando en la mayoria de los temas.
Los pocos fanáticos que tenía el octeto, aullaban enloquecidos allí donde tocaba el conjunto. Pero lo gozaron poco tiempo: el octeto Buenos Aires no llegó al año y medio de vida. Aquellos cien locos más la proyección de la audiencia radial más los escasos compradores de discos estaban en minoría frente a una mayoría que decía NO.
El rechazo era de esperar, por la negativa natural que existe siempre relativ a todo lo nuevo y por el arraigo que tenía entonces e tango tradicional en el país de los argentinos y en el apéndice natural del Rio de la Plata. También se debe vincular a los locutores que detentaban los programas tangueros, quienes viendo en peligro sus intereses cometieron una verdadera patraña: no difundieron los discos del octeto.
El mismo Piazzolla recordaría años más tarde: "El Octeto Buenos Aires, en 1955, fue un impacto artístico, pero el trabajo no duró mucho. Para grabar hubo que hacer muchas concesiones, prácticamente regalar los derechos... La gente no conoce ni le importa quién es el empresario que lo pone a la venta, pero sí sabe y admira al artista que lo hizo. El que puso el dinero de su bolsillo para pagar a la mayoría de los músicos que hicieron la grabación fui yo, mientras que la ganancia desde entonces se la llevan otros. Todavía estamos en litigio. ¿Pero a quién le interesa, quién defiende a los creadores?"
Astor Piazzolla. Memorias. Natalio Gorín - Alba Editorial
Astor Piazzolla. El tango culminante, Nudler-Delhor-Fernández,

Octeto Buenos Aires
En 1954, estando en París tuve la oportunidad de ver y escuchar a muchos conjuntos de jazz moderno, entre ellos al Octeto de Gerry Mulligan. Fue realmente maravilloso ver el entusiasmo que existía entre ellos mientras ejecutaban. Ese goce individual en las improvisociones, el entusiasmo de conjunto al ejecutar un acorde, en fin, algo que nunca había notado hasta ahora con los músicos y música de tango.

Como resultado de esta experiencia nació en mí la idea de formar el Octeto Buenos Aires. Era necesario sacar al tango de esa monotonia que lo envolvía, anto armónica como melódica, rítmica y estética. Fue un impulso irresistible el de jerarquizarlo musicalmente y darle otras formas de lucimiento a los instrumentistas.
En dos palabras, lograr que el tango entusiasme y no canse al ejecutante ni al oyente, sin que deje de ser tango, y que sea más que nunca, música.

Nace en 1955 el Octeto Buenos Aires.
Elegí los mejores instrumentistas de este género: Enrique Mario Francini (violín), Atilio Stampone (piano), Roberto Pansera, hoy reemplazado por Leopoldo Federico (bandoneón), Hugo Baralis (violín), Horacio Malvicino (guitarra eléctrica), José Bragato (violoncello), Aldo Nicolini, hoy reemplazado por Juan Vasallo (bajo), y yo, bandoneón.

El primer arreglo que hice para este conjunto fue Arrabal. Para entonces nos pareció sumamente avanzado. Hoy, a despecho de sus novedosas concepciones, Arrabal nos parece antiguo, es lógico. Realizar el difícil equilibrio sonoro del Octeto llevó dos años y aún queda mucho por descubrir.

En cada arreglo se aprende algo más sobre esta formación orquestal. Tengamos en cuenta que existe un desequilibrio tremendo por falta de cuerdas, ya que para dos bandoneones, piano, guitarra y bajo, se necesitarían por lo menos seis violines, viola y cello, pero ajustándome a los dos violines y cello, es necesario escribirle a estos en tesituras no acostumbradas.

Por ejemplo, cuando incluyo efectos rítmicos y quiero lograr fuertes sonoridades, empleo los dos violines casi siempre en la tesitura grave y el cello, la mayoría de las veces, dentro de la misma tesitura que los violines, sobre todo en los unísonos. (Neotango, El Marne, Arrabal).



Para efectos suaves y melódicos empleo las tesituras normales (Anoné). Las dobles cuerdas son utilizadas para mayor sonoridad armónica (dos violines, cello y bajo en la segunda parte de Marrón y Azul). También el contrapunto entre las cuerdas, da mayor belleza a los temas originales (Arrabal, solo de violín).

Para los efectos de percusión también intervienen las cuerdas; el primer violín imita el tambor, el segundo la lija, el cello la caja y el bajo golpeado con la palma de la mano detrás del instrumento, logra el efecto del bombo (Marrón y Azul).

Los dos bandoneones realizan la labor de cuatro y cinco. Casi siempre están ejecutando acordes de cuatro, cinco y hasta seis sonidos cado uno (El Marne). También variaciones sobre los temas en quintillos, seisillos y hasta sietesillos de fusas hoy en desuso por su dificultad técnica (Anoné). Un ejemplo de maravillosa sonoridad de los dos bandoneones acompañados por bajo, lo tenemos en Anoné y El Marne.

La guitarra eléctrica es un instrumento novedoso dentro del tango; ofrece un timbre no acostumbrado en este tipo de orquesta. Notarán Uds. la fuerza sonora de este instrumento cuando ejecuta acordes y en los unísonos con los bandoneones, violines y cello (Neotango y Tangology). También lo empleo para imitación del bongó (Anoné, Marrón y Azul).
Lo más destacable en este instrumento e instrumentista son las improvisaciones sobre los temas originales, hecha por primera vez en conjuntos de tangos.

El piano y el bajo son los instrumentos acompañantes; la fuerza rítmica del Octeto. Los solos de piano, de muy dificil ejecución, son de una nueva concepción rítmica y armónica paro el tango. Existen los solos de carácter rítmico (Arrabal) y otros de carácter romántico (Haydée).

El único propósito del Octeto Buenos Aires es renovar el tango popular, mantener su esencia, introducir nuevos ritmos, nuevas armonías, melodías, timbres y formas y, sobre todo, no pretendemos hacer música llamada culta.
Astor Piazzolla

FAZ 1

Haydée · Héctor Grané · 2.52
Compuesto en el año 1935 y llevada al disco por el Octeto Buenos Aires en 1957. Lo primera parte (Romántica) comienza con acordes de cuartas yuxtapuestas. Segunda parte solo de piano por Atilio Stampone; se repite la primera parte en otra tonalidad con un solo de Hugo Baralis, seguido por otro solo a cargo de Enrique Mario Francini. En esta parte, mezcla de vals y tango, quise reflejar en el arreglo, a su autor, como el argentino radicado en París. Después del vals a la manera de Ravel, vuelve el tema a la primera parte, finalizando el tango con un rallentando sobre el acorde Sol Mayor-Re Mayor (G-D).

Marrón y Azul · Astor Piazzolla · 3.30
(Inspirado en los Marrones y Azules de George Braque).
Este tango fue arreglado en el año 1955 y los solos están ejecutados por A. P. y Leopoldo Federico en contrapunto con Hugo Baralis. Luego Enrique Francini ejecuta uno de sus solos más felices. En la variación rítmica del final improvisa Horacio Malvicino. Fue ésta la primera composición con improvisaciones de guitarra.

Los mareados · Juan Carlos Cobián · 3.45
Esta magnífica composición melódica está tratada con nuevas armonías sin desvirtuar la parte original. Los solos están ejecutados por Enrique M. Francini, Horacio Malvicino y A.P. Después de la incesante labor armónica moderna durante todo el tango se aprecia el magnífico descanso final en base al acorde perfecto de Si Mayor (B).

Neotango · Leopoldo Federico/M. Flores · 3.15
He querido reflejar en este arreglo la parte subjetiva de uno de sus autores, Leopoldo Federico. El agregado inexplicable de la parte central -música circense- refleja a Federico tal cual es, un niño grande. Solos por Leopoldo Federico y Enrique M. Francini.

El Marne · Eduardo Acolas · 4.30
Su tema principal (1ª parte) está tratado con el acorde de Si bemol menor con la 2ª y 6ª agregadas; los dos violines, cello y guitarra hacen un contrapunto rítmico en base a 4as. consecutivas. Los solos son ejecutados por Enrique M Francini, A. P. y Leopoldo Federico.


FAZ 2

Anoné · Hugo Baralis · 4.30
Compuesto por Baralis en su visita al Japón.
Anoné (Escucho en idioma japonés) recuerda en su introducción los exóticos ritmos orientales. Solos por A. P. y Hugo Baralis. De fondo a los solos de violín se puede apreciar el acompañamiento de acordes de 4as. yuxtapuestas. El solo por los dos bandoneones está compuesto sobre el tema de la 1ª parte. Finaliza con el acorde politonal Re Mayor-La Bemol Mayor (D-A Bemol).

El Entrerriano · Rosendo Mendizábal · 3.00
El tema principal, (1er. compás) se presenta con armonías politonales. El resto sigue dentro de un marco rítmico totalmente nuevo para este tipo de obra; su tratamiento armónico también es nuevo. Concluye con una variación rítmica sobre la composición original, improvisando de fondo, Horacio Molvicino.

Tangology · Horacio Malvicino · 3.20
Su autor, compuso este tango especialmente para que se pueda improvisar sobre su tema, dada la facilidad de cambios armónicos (Re Bemol Mayor 13ª, Mi Mayor 13ª y Sol Mayor 13ª). (Db 13 - E 13 - G 13). Comienza con un tema lento y brumoso a cargo de lo guitarra, con fondo de orquesta. Después de la cadencia de guitarra comienza el tema rítmico principal. Solos por A. P. y Enrique M. Francini.

Arrabal · José Pascual · 3.30
Este fue mi primer arreglo para el Octeto Buenos Aires. Se puede notar el cambio armónico y rítmico producido desde aquella fecha (1955) hasta el presente. Los solos a cargo de Enrique M. Francini en contrapunto con Hugo Baralis y José Bragato; luego se oye el solo de Atilio Stampone con Juan Vasallo y Horacio Malvicino. Finaliza esta composición con un tutti sobre el tema de la segunda parte.

A fuego lento · Horacio Salgán · 3.15
Este tango está tratado en base a ritmos insistentes originales. La segunda parte con una pequeña variedad rítmica. Vuelve a la 1ª parte dejando ocho compases de libre improvisación a Atilio Stampone, Leopoldo Federico, Horacio Molvicino y A. P. El complicado desarrollo rítmico del final está compuesto sobre la base rítmica original de la primera parte.
Astor Piazzolla

Los músicos integrantes del Octeto Buenos Aires
Astor Piazzolla bandoneón
Enrique Mario Francini violín
Atilio Stampone piano
Leopoldo Federico bandoneón
Hugo Baralis violín
Horacio Malvicino guitarra eléctrica
José Bragato violoncello
Juan Vasallo bajo

lunes, 8 de febrero de 2010

BILLIE HOLIDAY - CARNEGIE HALL CONCERT


Me he desmayado una sola vez en toda mi vida: al finalizar el concierto de medianoche en el Carnegie Hall, diez días después de salir de la cárcel.
Cualquier persona relacionada con el mundo del espectáculo te dirá que la noche anterior a Pascua es la peor del año. Da igual que sirvas mesas en el bar de la esquina o que seas la estrella de Brodway, es la única noche del año, en que el negocio artístico, en que todo el mundo espera que no haya negocio.
Y ésa era, precisamente, la noche de mi concierto. Ed Fishman había tenido que fijar la fecha deprisa. Apenas hubo tiempo para la publicidad y aún no habían terminado de colgar los carteles en la fachada del Carnegie cuando tuvieron que poner el consabido anuncio de "localidades agotadas".
Vendieron localidades situadas en el escenario para unos cientos de espectadores, sentados y de pie, lo que elevó la asistencia a tres mil quinientas personas, hasta que el cuerpo de bomberos dijo basta. Otras dos o tres mil tuvieron que marcharse sin poder entrar.
Pocas semanas atras me habían dicho que mi carrera en Estados Unidos estaba acabada, que el público jamás me aceptaría. La multitud que esperaba en la calle lo desmentía. Nadie me había dicho que habría espectadores a mis espaldas, en el escenario, lo primero que pensé fué: "¿para que demonios han puesto allí a semejante coro?".
No estaba acostumbrada a eso , había tanta gente a mis espaldas como la que solía haber en una función nocturna del Apollo.
Aún antes de abrir la boca para cantar, conocí la respuesta para los europeos que afirmaron que el público norteamericano no me aceptaría al salir de la carcel. Y me alegré de no haber sacado conclusiones precipitadas en el presidio y de no haber desertado. Al final de la primera serie me sentí tan dichosa y regocijada que no sabía lo que hacía.
Inmediatamente antes de volver a escena para la segunda serie recibí un ramo de gardenias. Mi antiguo sello personal: alguien lo había recordado y me las había enviado para desearme suerte. Las saqué de la caja y me las puse en un costado de mi cabeza, sin siquiera mirar. Entre las gardenias había un enorme alfiler de sombrero, pero yo no lo noté y me lo clavé en la cabeza. Estaba tan entumecida de emoción que no sentí nada hasta que empezo a correrme la sangre por los ojos y las orejas.
Mi fiel acompañante me vió sangrar y se puso como loco. Yo intenté limpiar la sangre mientras Bobby gritaba: "Laddy, no puedes seguir, debes estar muriendote". Al mismo tiempo oí llamar: " cinco minutos Miss Holiday". Tres mil quinientas personas me esperaban. Gracias a Dios llevaba un vestido negro de modo que la sangre no se notaba demasiado. Lo limpié como pude e intenté recomponer mi cara. En total canté treinta y cuatro piezas. Cuando iba por la trigesimo tercera le hice señas a Bobby para que pasara por alto Night And Day, y al atacar Strange Fruit, entre el sudor y la sangre tenía un aspecto lamentable.
De alguna manera logré llegar detras del escenario, pero cuando tuve que salir a saludar por tercera vez dije: "Bobby, no puedo más" y me desmayé.
* Lady Sings The Blues - Memorias - Ed. Fábula Tusquets.
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Billie Holiday - 1956 At The Carnegie Hall. The Essential Billie Holiday
01. Reading from "Lady Sings The Blues" 2:52
02. Lady Sings The Blues (Nichols, Holiday) 2:38
03. Ain't Nobody's Business If I Do (Grainger, Robbins) 2:30
04. Reading from "Lady Sings The Blues" with Trav'lin' Light (Young, Mercer) 0:44
05. Reading from "Lady Sings The Blues" 2:06
06. Billie's Blues (Holiday) 3:20
07. Body And Soul (Green, Heyman, Sour, Eyton) 2:39
08. Reading from "Lady Sings The Blues" 0:55
09. Don't Explain (Herzog, Holiday) 2.26
10. Yesterdays (Kern, Harbach) 1:16
11. Please Don't Talk About Me When I'm Gone (Clare, Stept, Harbach) 1:43
12. I'll Be Seeing You (Fain, Kahal) 2:28
13. Reading from "Lady Sings The Blues" 2:50
14. My Man (Yvain, Pollock) 3:13
15. I Cried For You (Freed, Arnheim, Lyman) 3:09
16. Fine And Mellow (Holiday) 3:15
17. I Cover The Waterfront (Green, Heyman) 3:46
18. What A Little Moonlight Can Do (Woods) 2:49
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Recorded at The Carnegie Hall., New York, on November 10, 1956
tracks 2-4, 6, 7, 9
Roy Eldridge (tp) Coleman Hawkins (ts) Carl Drinkard (p) Kenny Burrell (g) Carson Smith (b) Chico Hamilton (d) Billie Holiday (vo) Gilbert Millstein (nar)
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tracks 10-12, 14-18
Buck Clayton (tp) Tony Scott (cl) Al Cohn (ts) replaces Eldridge, Hawkins, Millstein

lunes, 1 de febrero de 2010

ERIC DOLPHY - OUT TO LUNCH


Eric Dolphy (1928-1964) fué un libre pensador de la música y un artista impredecible. De el dijo John Coltrane: "Era uno de los más grandes que he conocido" De Coltrane fué Dolphy compañero de aventuras artísticas y presto sus voces instrumentales a momentos de búsqueda y conflicto. Cuando Dolphy murió, su madre regalo su flauta a Coltrane.
Eric Dolphy, que tocaba el clarinete y el saxo alto, había comenzado en la adoración de Charlie Parker, hasta que se compro una flauta (1950) y comenzó a abrir su panorama estilístico a traves de la multiplicación de sonidos. Fué en efecto un polinstrumentista cabal, perfecto, capaz de elaborar un lenguaje diferente en cada instrumento. En 1958, ya siendo miembro del quinteto de Chico Hamilton, se compró un clarinete bajo y comenzó a estudiarlo con dedicación casi fanática. Con Hamilton hacia una música casi refinada y sugerente, su arte solístico ya era entonces avanzado. En 1960 Dolphy debuto como lider con un album original y extraño, "Outward Bound", en quinteto con Freddy Hubbard y Jaki Byard. Ese miso año participó en la impresionante experiencia de improvisación que, bajo la dirección de Ornette Coleman se llamó "Free Jazz". A partir de entonces su actividad artística fué intensa y profílica en cuanto a grabaciones. Aparte de su colaboración con Coltrane formó un quinteto más o menos estable con el malogrado trompetista Booker Little, participó en experimentos de George Rusell (Ezz-Thetics) y compartió proyectos musicales con Max Roach. Finalmente entró a formar parte del sexteto de Charles Mingus, de cuyos conciertos ha quedado un abundante material grabado.
En 1963 grabó su último disco de estudio y probablemente el más represetativo de su arte en constante evolución. Out To Lunch no es un absoluto, es un testamento; aunque enfermo Dolphy tenía solo 35 años y, a juzgar por la belleza y la vitalidad que emana su música, ningunas ganas de morir. Se trata de una de las producciones más avanzadas de Blue Note para la época, y la elección de los otros cuatro músicos fué más que acertada. Dolphy llega aquí merced a su actitud expansiva, a las más altas cotas de inspiración y, debido a que estaba sobrado de técnica y de talento, el resultado final es explosivo. La sensación que da esta música es la de una extrema libertad, una libertad en la que el artista nos invita a participar diciéndonos que el ser libres es siempre una fiesta.
Al final de las notas originales de la contraportada, Eric Dolphy manifiesta su deseo de vivir en Europa, buscando más espacio para su música. Murio en Berlín el 29 de junio de 1964.
* Carlos Sampayo - !00 discos de Jazz - Ed. La Máscara.
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ERIC DOLPHY - OUT TO LUNCH - BLUE NOTE - 1964

1.Hat and Beard
S2.omething Sweet, Something TenderGa
3.zzelloniOut
4. to Lunch
5.Staight Up and Dow
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PERSONAL:
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Eric Dolphy – saxo alto, flauta, clarinete bajo
Freddie Hubbard – trompeta
Bobby Hutcherson – vibráfono
Richard Davis – contrabajo
Anthony (Tony) Williams - batería.

Grabado el 25 de Febrero de 1964 por Rudy Van Gelder
Producido por Alfred Lion.